¿El fin del código de barras?

Ante la necesidad de colocar cada vez más información en un producto, el popular código de barras podría perder su reinado su reinado en un futuro ante la llegada de nuevas tecnologías inteligentes.

“Hoy en día, hasta 98% de los productos en un supermercado tienen código de barras”, dice Miguel Ángel Peralta, director general de GS1 México, la entidad que registra los estándares técnicos del código de barras en el país.


Esta tecnología, que debutó en 1974 al registrar un paquete de goma de mascar, se ha convertido en sinónimo de control de inventarios.

No se entienden industrias como el comercio detallista sin las rayas impresas en una etiqueta que almacenan un número de identificación y permiten a la caja registradora de una tienda distinguir una lata de atún de un paquete de baterías.

Sin embargo, la cantidad de información a colocar en un producto está aumentando.

El funcionario de GS1 México señala que en Estados Unidos las farmacias requieren colocar en el código el número de lote del medicamento y su fecha de caducidad, pero al aparecer la epidemia europea de mal de las vacas locas, en la década de los 90, surgió la preocupación por agregar al empaque información sobre el origen de un alimento.

Desafortunadamente, los códigos de barras, pese a su bajo costo y facilidad de uso (se imprimen casi en cualquier superficie) tienen un gran problema: no pueden almacenar más de 20 dígitos.

Para resolverlo, desde hace más de 10 años han empezado a aplicarse soluciones que hasta entonces habían vivido como proyectos académicos.

La primera tendencia es el diseño de etiquetas impresas con mayor capacidad de almacenamiento de datos.

De hecho, en 1997 un consorcio de organizaciones llamada Automatic Identification Manufacturers International lanzó el protocolo QR Code, que usa una combinación de puntos y rayas en un cuadrado para aumentar dicha capacidad hasta casi 4,300 símbolos alfanuméricos.

Esta tecnología 2D se ha incorporado en anuncios callejeros que pueden ser interpretados por teléfonos celulares equipados con cámaras para llevar al usuario a un sitio web.

La segunda tendencia (y quizá la más prometedora) fue descubierta en los inicios de la Guerra Fría y consiste en un pequeño circuito que, al ser estimulado por un pulso de radiofrecuencia, responde emitiendo datos (por ejemplo, el modelo de producto, el lote, su costo, etc.).

De acuerdo con Luca Pastorello, socio de la empresa de tecnología Digilogics, esta tecnología, llamada RFID (Radio Frequency Identification) permite “hacer inventarios sin sacar los productos de sus contenedores”.

El mismo principio funciona en multitud de tiendas con detectores que previenen el robo de mercancía.

Sin embargo, es probable que ninguna tecnología termine con las demás. De hecho, cada una padece ciertas desventajas: las etiquetas 2D requieren equipos lectores más complejos que un escáner de código de barras y todavía se trabaja en los estándares técnicos de las etiquetas RFID.

Domingo Marte

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